miércoles, 2 de noviembre de 2011

ARGUEDAS: UN HOMENAJE (VII)



Arguedas y la modernidad


Si se me pregunta por qué Arguedas sigue teniendo vigencia, podrían ampararme en el puro campo literario y señalar una buena cantidad de títulos (algunos notables) en los que el sello del autor de Todas las sangres es definitivamente perceptible. Me refiero a la narrativa y a la poesía en quechua, por ejemplo. Sin embargo, creo que sería una respuesta muy parcial y que –en el fondo– burlaría el sentido profundo de la pregunta. En efecto, la vigencia de Arguedas es mucho más incisiva y abarca un espacio harto más amplio.


Sucede que la obra de Arguedas, incluyendo la no literaria, y sus actividades públicas, donde se pone de relieve su visceral compromiso con la cultura popular andina, tiene las características de un auténtico proyecto nacional –que es, precisamente, lo que más falta nos hace ahora.




Pero para esbozar este tema quisiera hacer dos precisiones:


1. Generalmente, los proyectos nacionales se formalizan en lo que en algún momento se llamó “prosa de reflexión”, o, más precisamente, en el ensayo (estoy pensando en Riva-Agüero, Mariátegui, Haya, Basadre, etcétera). Es claro, sin embargo, que esto no necesariamente tiene que ser así. De hecho, también la imaginación tiene atributos para portar imágenes del país que son verdaderos proyectos nacionales, aunque obviamente su configuración sea distinta y distinto el modo de leerlos. Habría que añadir que los primeros (los “reflexivos”) dejaron de producirse hace ya casi cuarenta o cincuenta años, y de alguna manera los segundos (los “imaginarios”) los sustituyeron.




2. Tratándose de Arguedas, el problema de lectura es más complejo, precisamente porque una de las virtudes de sus textos es que están en u permanente diálogo con la realidad (y con otros textos) y que su producción aparece presidida por un definido propósito no dogmático que le permite encarnar diversas alternativas y autocorregirse cuando lo considera necesario.


Hechas estas aclaraciones, es posible resumir (y todo resumen es riesgoso) el proyecto arguediano. Entre varias otras tensiones, algunas muy agudas, se detecta una cierta ambigüedad en los “modos” en que el país debería cambiar sin perder por ello su anclaje andino; en cambio, con muy pocas excepciones, la idea prevalente consiste en la urgencia de una resemantización de ideas y valores ajenos para transformarlos, en términos de uso y sentido, en atributos de una cultura andina renovada. Lo que Arguedas propone con más insistencia y fervor es la construcción de una modernidad propia, andina, que de alguna manera repitiera lo que él mismo creía ser: “un individuo quechua moderno”.


Creo que, aunque el proyecto mismo tiene vastas zonas indefinidas, la vigencia de Arguedas deriva de esta postulación; sobre todo ahora que se nos quiere vender la idea de que hay una sola modernidad.







Antonio Cornejo Polar





Tomado de la revista Quehacer (Lima-Perú), Nº 92, noviembre-diciembre de 1994.

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