jueves, 30 de abril de 2009

SOBRE LA GRIPE PORCINA

Desde hace unos días muchos periódicos, programas de televisión, páginas web y blogs han hablado y comentado sobre la gripe porcina, sus crueles efectos y demás. Pero solo dos periodistas (en Perú) han hablado sobre su origen, el verdadero origen de una mal que comienza a preocupar (hasta este momento la OMS la ha ubicado en el nivel 5 de 6). El verdadero origen, como nos muestra César Lévano, periodista y profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú), se encuentra en la ambición de las empresas transnacionales por ganar más dinero, a costa de la salud del mundo. Luego, César Hildebrandt nos presenta, a modo de cuento, otra realidad aparte de la gripe porcina, la muerte de once millones de niños al año causada por la pobreza. Es necesario leer y reflexionar.


El virus de la codicia

La gripe porcina ataca al mundo. Estados Unidos, con 65 casos, es el país con el mayor número de pacientes. México le sigue, con 26 casos (y 25 muertos, es decir, casi el total de contagiados, aunque hay otras cifras, y también 152 muertes sospechosas).

En Nueva Zelanda, Reino Unido, España, Canadá se ha dado casos aislados.

Así, lo que parecía solo una epidemia: una enfermedad que se propaga por algún tiempo en un solo país, está a punto de convertirse en pandemia, o sea enfermedad epidémica que se extiende a varios países.

El mal es grave; pero casi tan grave como aquél es su origen. Como lo revela un informe que publicamos en esta edición (29.04.09), la sobreexplotación en granjas porcinas a fomentado el virus.
La enorme concentración de cerdos (hasta seis mil por granja) crea, indican los especialistas, condiciones para una intensa mezcla de patógenos.El dato agrega que esa densidad junta también 75 mil polllos en una granja, con lo riesgos consiguientes.

En la prensa mexicana se sitúa el origen en una filial de la transnacional Smithfield, en el estado mexicano de Veracruz. Es aquella una empresa que desoyó advertencias de científicos.

En el centro de la averiguaciones se sitúa el Pew Research Center (el Centro Pew de Investigaciones), cuyo nombre completo es Pew Research Center for the People and Pres (= para el público y la prensa). Es una entidad de prestigio mundial, cuyos estudios son acogidos por investigadores de diversos campos, sobre todo el periodismo.

Una comisión seleccionada por el Pew Research Center había alertado el año pasado sobre lo peligroso que era el hacinamiento de cerdos, que hacía posible la aparición de "nuevos virus por episosdios de mutación o de recombinación que podrían generar virus más eficientes enla transmisión entre humanos".

Esto es, precisamente, lo que ha ocurrido, según los organismos de salud internacionales.

Señala el informe que las transnacionales Smithfield (cerdos y vacunos) y Tyson (pollos) sabotearon la investigación.

Una vez más, la codicia se enfrentó a la vida humana. "Primero los dólares que la gente", es el lema tácito de eso que el Papa Juan XXIII llamó capitalismo salvaje.

Ironía cruel es que el país más castigado por el mal sea el de las transnacionales irresponsables: Estados Unidos. Tan seria es allí la situación, que el presidente Barack Obama ha pedido al Congreso un aumento presupuestario de 1,500 millones de dólares, a fin de combatir el peligro.

La afección exige más; exige una acción mundial concertada, en particular en América, sede de la tragedia.

La pandemia puede ser refrenada. Es necesario, por eso, no dejarse ganar por el pánico, mas es igualmente urgente una campaña de educación y difusión sanitaria. Los medios de comunicaión tenemos allí una cita con el deber.

Lévano, C., "El virus de la codicia". En
La Primera (Lima-Perú), 29.04.09.



Planeta Porcino

Había una vez un planeta donde vivían miles de millones de seres que solían odiarse a la distancia (agitando banderas) y que muchas veces se odiaban estando cerca uno del otro (agitando brazos y voces).

En ese planeta en el que el hielo de los polos se disolvía cada minuto y los bosques desaparecían talados o carbonizados, en ese extraño planeta intoxicado por los relaves de la minería y amargado por las injusticias, un día salió, supuestamente desde las porquerizas de California, un virus más inteligente que los otros, una diminuta sagacidad asesina que producía lo que la prensa, en un vano y nuevo intento de calumniar a los cerdo, llamó "la gripe porcina".

A pesar de que los seres que habitaban ese planeta se sentían dioses cuando manipulaban genes y más dioses cuando pasaban las característica de un animal a una planta, la aparición de ese virus mutado sin nombre asustó a todos grandemente.

Hasta la Organización Mundial de la Salud declaró un estado de alarma previo al nivel máximo, mientras en todas partes se cerraban aeropuertos, restaurantes, salas de baile, y el uso de una mascarilla sobre la boca y la nariz empezó a ser común.

Una niña muy inteligente -y ya es sabido que no hay nada más inteligente que una niña inteligente- le preguntó, sin embargo, a su padre:

-¿Por qué tanta alarma por un virus que sólo ha matado a una pocas decenas cuando todavía, cada año, mueren once millones de niños menores de cinco años a causa de enfermedades que podrían evitarse?

Su padre la miró con relativa sorpresa. Y digo relativa porque esa niña, de vez en cuando, tenía algunas salidas de ese tipo y dejaba a los adultos callados y pensando qué responder.

-Es que una cosa es la muerte que sucede como una cosa natural y otra cosa es una epidemia -desatinó el padre.

-Pero no es natural que once millones de niños que podrían no morirse se mueran porque están pobres o porque sus padres no tienen a un médico donde llevarlos -arremetió la niña.

-No es natural, pero, como sucede todos los años, ya no es una noticia que puede alarmar a nadie -siguió derrapando el padre.

-Pero a los niños sí nos alarma que once millones de niños se mueran porque son pobres -insistió la niña.

-Bueno, pero nadie puede saber cuántos pueden morir con esta epidemia de fiebre porcina -se defendió el padre.

-De repente son un montón. Yo no sé cuántos serán y tú tampoco me puedes decir de cuántas muertes estaremos hablando. Lo que digo es otra cosa: ¿Por qué todos los noticieros y todos los periódicos hablan de lo que puede hacernos la fiebre porcina y nadie habla de los once millones de niños que se mueren cada año de enfermedades que habrían podido evitarse? Once millones de niños muertos cada año son más de 30,000 niños muertos cada 24 horas, papá. ¿No te parece que esoes también una noticia? ¿Sabías que en Sierra Leona, de cada cien niños, 28 se mueren de enfermedades como el sarampión?

El padre la miró y respiró profundamente.

-¿Ahora sí puedo apagar la luz, ahora sí te puedes dormir? -preguntó.

Hildebrandt, C., "Planeta porcino". En
La Primera (Lima -Perú), 30.04.09.

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