miércoles, 11 de agosto de 2010
TRABAJO INFANTIL (I)
CON EL FUTURO A LA ESPALDA
FRANZ. La disyuntiuva es enorme y la tierra llega hasta los tobillos: abre la mano y piensa un segundo que esa pita puede servirle para amarrar el costal y así poder llevarlo hasta su casa sin que se desparrame todo lo que hay dentro. Aunque puede también cortarse en dos partes iguales y usarlas como pasadores y así evitar el riesgo de caerse con todo y costal por caminar con los zapatos sueltos. El niño se va por la tangente y decide guardar la pita en el bolsillo -luego verá que hace con ella- porque observa que a unos dos o tres metros hay un pedazo de cartón. De tanto conversar con Erick y Óscar casi no se da cuenta de que ahí estaba la caja, escondida entre una alfombra, una sandalia y un poco de tierra. Salta de pronto, coge la caja y anuncia su hallazgo. Hallazgo que subjetivamente huele a victoria y objetivamente a basura amontonada. Preguntarle a un niño de 8 años como Franz por el tiempo que lleva reciclando desechos es un despropósito; es tan pequeño que no sabe si empezó hace unos pocos meses o hace más de un año. Evade la pregunta y otra vez va por la tangente explicando el cuándo a través del quién: Mi mamá me enseñó. Ella reciclaba antes y me llevaba y aprendí. Y el cómo a través del para qué: Con mis 50 céntimos me compro un tallarín con papa en el colegio. Al final, la pita se la regala a Erick y asunto arreglado.
ERICK. El costal de 50 kilos le queda chico. Ya empujó, ya arrimó, ya presionó con los pies. Nada. Un empujón más, por si acaso; ya con eso puede amarrarlo y llevárselo. Qué raro, parecía un mal día. Por esta zona, en Lomas de Carabayllo, siempre hay basurales a la vista (o al olfato). El de hoy parecía prometer una faena mediocre, pero era solo cuestión de remover la tierra. Un optimista diría que detrás de cada montículo puede estar la plata para el almuerzo. Erick tiene 11 años y por eso no se guía por el optimismo sino por el instinto. El mismo instinto que le dice (en voz alta) que debería usar guantes para protegerse las manos mientra rebusca en la basura: Sí, ya sé, pero los guantes cuestan. Instinto que le dice (en voz baja) que a su edad no debería estar trabajando: Sí, ya sé, pero es para poder comer. Ese mismo instinto lo obliga a tener cuidado de no recoger, por ejemplo, agujas o vidrios. Y quizá ese mismo instinto lo lleve a tomar este trabajo como un entretimiento. Uno espera escuchar una queja suya, pero no hay quejas. Uno espera un lamento y no hay lamentos. Uno imagina una incomodidad y no hay incomodidades. Uno jamás imaginaría una alegría siquiera remota, pero Erick hoy está contento. Eso duele más. La pita que fue de Franz y luego de Erick es ahora de Óscar. Su costal es el más pesado.
ÓSCAR. No lo puede cargar, se le escurre de las manos. Es terco: vuelve a cargar y se le vuelve a resbalar. Carcajadas. Lo más probable es que tenga tenga que esconder el costal ahí nomás, ir corriendo a su casa y pedir a alguien que le ayude a cargarlo y volver rápido antes de que alguien se lo robe. Una vez más: lo carga y se le cae. Carcajadas, otra vez. Ojalá después se acuerde de lavarse las manos porque hace unos días se cortó el dedo meñique de una mano con una lata y la herida debe estar absolutamente infectada: Cuando me lo hice me lavé con agua y alcohol. Y ojalá se acuerde de regresar más o menos abrigado porque tiene la nariz húmeda y debe estar absolutamente resfriado. Su papá le enseñó el oficio de reciclador desde lo más básico: esto es vidrio, este es papel, este un plástico, esos de ahí son fierros, ahí hay cobre. La rutina de recoger los materiales y llevarlos a su casa y aplastarlos con un martillo hasta dejarlos planos y amarrarlos y esperar que su padre los venda y recibir un sol y darle la mitad a su madre, termina al cabo de unas horas en una merecida bolsa de Chizitos. ¿Quién se puede molestar trabajando varias horas del fin de semana metido en un cerro de basura si como premio hay una bolsa de Chizitos? Por eso Óscar se contagia de las carcajadas y se parodia a sí mismo en sus vanos esfuerzos por cargar una bolsa enorme de desechos reciclables. De lejos se ve a tres niños en dramática situación sufriendo por tener que meterce en cerros de basura y recoger a cuentagotas algunos materiales que puedan reciclarse. De cerca, sin embargo, se ve a tres niños jugando y casi divirtiéndose con lo que encuentran. Lo más extraño de esta historia es que los tres niños se sienten bien con lo que hacen. O porque sienten que están ayudando a sus familias o porque les atrae la idea de encontrar objetos curiosos. O porque no se dan cuenta de nada. Por la herida del dedo meñique de Óscar tiene problemas para amarrar el costal con la pita. Lo ayuda Franz.
FRANZ, ERICK Y ÓSCAR. Si estos tres niños seguían trabajando todos los días, como lo hasta hace poco, habrían podido sufrir de dermatitis, daños en los bronquios, infecciones de todo tipo y tamaño, problemas en la columna. Y habrían descuidado el colegio. Ahora por lo menos van al colegio de lunes a viernes y solo trabajan los fines de semana. Poronto, quién sabe, el fin de semana lo dedicarán a jugar y su vida regresaría a su estado natural. Erick, por ejemplo, en una época se despertaba a las 4 de la madrugada, cogía una linterna y se iba a buscar desechos reciclables en la basura. Regresaba a las 6 a su casa, se lavaba y caminaba hasta su colegio; salía del colegio, comía algo y volcía la basural a seguir buscando. Hasta parece que se sintiera orgulloso de sí mismo porque lloró amargamente cuando salió del colegio y vio que su mamá no estaba y que no iba a poder firmar la autorización para que lo entrevistaran y fotografiaran (luego la firmó); al final, con los ojos rojos, enseñó cómo trabajaba, sonrió para algunas fotos, respondió algunas preguntas. Y Óscar no podía creer que su costal tenía tantos desechos dentro; por lo menos dos bolsas de Chizitos esta semana. Y Franz tuvo la suerte de encontrar, en medio del basural, un librito con las tablas de multiplicar completas. Él solo sabía hasta la tabla del 9. También encontró una pita que fue pasando de mano en mano, toda la tarde.
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EL DILEMA DE UN PROBLEMA CULTURAL
Una de las iniciativas que encabeza esta feroz lucha contra el trabajo infantil es Pro Niño, un programa de la Fundación Telefónica en coordinación con la Asociación Fe y Alegría y el Centro de Estudios Sociales y Publicaciones (Cesip). Así como Franz, Erick y Óscar, hay 330 niños de su mismo colegio (Manuel Scorza, en Lomas de Carabayllo) beneficiarios. El emcanismo de trabajo incluye conversaciones permanentes con los profesores y padres de familia para que el niño trabajador abandone paulatinamente las actividades que realiza. Muchas veces, como en estos casos, el trabajo de los niños es un dilema cultural: los padres piensan que el niño se volverá más responsable si trabaja desde pequeño, y el niño piensa que será un adulto exitoso por trabajar tan precozmente. Ni lo uno ni lo otro, lo que el niño debe hacer, en cualquier caso, es ir primero al colegio.
Ricardo León. "Con el futuro en la espalda".
En El Comercio (Lima-Perú), 12.06.07.
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