Una pregunta debió de parecer ridícula a los primeros astrónomos: ¿Por qué brillan las estrellas? La contestación obvia era que “brillan porque son luces que arden en el cielo”. Hasta que se inventó la luz eléctrica el hombre no conoció otra forma de producir luz que prendiendo fuego a las cosas (antorchas, velas, mechas impregnadas en aceite, o chorros de gas). Puesto que las estrellas emitían luz, parecía perfectamente natural que estuviera ardiendo. Esta sencilla explicación satisfacía a la inmensa mayoría de la gente hasta hace poco menos de 200 años. Los científicos empezaron entonces a proponerse ciertas cuestiones peliagudas. A través de manuscritos se sabía que las estrellas habían estado brillando durante miles de años; ¿por qué, pues, no se habían apagado como lo hace una lámpara de aceite cuando se termina el combustible? Más adelante, con esqueletos hallados en viejas rocas, los geólogos demostraron que la vida había existido sobre

Hubiera sido imposible dar esta explicación dos siglos atrás, pues todavía no se estaba familiarizado con la teoría atómica, y la palabra átomo todavía no tenía un significado especial. La idea de los átomos fue sugerida inicialmente por el filósofo griego Demócrito, que vivió entre los años 460 y
Los átomos de Dalton no podía observarse: eran, sencillamente, las partículas más pequeñas que intervenían en una reacción química. No podían pesarse por separado, pero Dalton opinaba que los pesos relativos de las diversas sustancias eran debidos a los distintos pesos de los átomos que las constituían. La teoría atómica llevó consigo una gran exactitud en el estudio de las reacciones químicas, y desde la época de Dalton dicha teoría se ha desarrollado en muchos aspectos. La teoría es de vital importancia para el astrónomo en sus investigaciones sobre el universo, y que sin ella no comprendería ni por qué brillan las estrellas ni cómo sobreviven. Asimismo no tendría noción de cómo es la atmósfera de los planetas que giran alrededor del Sol. Sin la moderna teoría atómica, los astrónomos no habrían realizado el enorme progreso de estos últimos años.

Por lo tanto, para comprender la astronomía del siglo XX, debemos estudiar a fondo el átomo y su naturaleza. Pero antes vamos a intentar orientarnos con respecto al contenido del universo y su extensión, empezando por el Sol y sus planetas y penetrando luego aún más en el espacio sideral.
Roman, Colin A. (1969). “El tamaño del universo”.
En Secretos del cosmos. Barcelona: Salvat.
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