lunes, 21 de diciembre de 2009

EL TAMAÑO DEL UNIVERSO (I)

De alguna manera, los hombres siempre han explicado -y lo siguen haciendo- todo lo que sucede a su alrededor. Desde tiempos muy remotos se han formulado preguntas sobre su entorno. Al inicio las respuestas no eran muy razonables; pero luego, con el desarrollo de la ciencia, se pudo conocer más sobre el mundo y sobre el universo. Partiendo de la observación y el estudio de los fenómenos de la naturaleza y del universo, se pudo llegar a formular conocimientos válidos para transformar el mundo en beneficio de la humanidad. En nuestro tiempo, los conocimientos sobre física, química, astronomía y otras ramas de la ciencia son muy avanzados; pero aún nos faltan muchas cosas por conocer. A continuación les presentamos la primera parte de un texto que nos muestra el proceso del conocimiento de los fenómenos del universo.

Todos sentimos gran curiosidad por las cosas que vemos y oímos en el mundo que nos rodea; continuamente nos formulamos preguntas acerca de ello. A veces preguntamos por el mero hecho de hacerlo, y nos contentamos con una respuesta general. Pero cuando estamos profundamente interesados nuestra actitud es bien distinta. Si la primera contestación no nos satisface preguntamos más, y si es posible procuramos que se muestre prácticamente la veracidad de las respuestas que nos han dado, es decir, llevamos a cabo un estudio científico.

El primer tema que los hombres trataron de esta manera fue la astronomía, o estudio de las estrellas. Quizá todo empezó por casualidad cuando los hombres primitivos, cansados después de la caza, dirigieron su mirada al cielo nocturno y observaron que cierto grupo de estrellas presentaban configuraciones sencillas y fáciles de recordar. Con el tiempo, los hombres empezaron a preguntarse: ¿Por qué vemos algunos grupos de estrellas todo el año y otros sólo el verano? ¿Por qué parecen moverse de este a oeste del cielo a medida que avanza la noche? ¿Dónde están durante el día cuando no las podemos ver? ¿Cómo se explica que un grupo de estrellas que se pone por occidente un poco antes del amanecer sale de nuevo por oriente al anochecer? ¿Qué distancia nos separa de las estrellas? ¿Cuál es la causa de su brillo?

Los astrónomos de las civilizaciones primitivas ya intentaron encontrar respuestas adecuadas para explicar el movimiento de los cuerpos celestes. Pero hasta la Edad Media no se pusieron de acuerdo sobre el hecho de que muchos de los movimientos aparentes de los planetas y de las estrellas eran realmente debidos al movimiento de la Tierra. No se dio una respuesta cierta sobre la distancia que nos separa de las estrellas hasta los comienzos de la era industrial. Y sólo en la atómica los astrónomos han conseguido determinar con cierta exactitud el origen de la luminosidad estelar.

Esto puede parecer un progreso muy lento, pero debemos recordar que, si bien los astrónomos primitivos no dieron en seguida con la respuesta correcta a todas las preguntas, idearon un método para desarrollar sus estudios. Aunque no encontraron una explicación correcta del porqué las estrellas se mueven tal como lo hacen, advirtieron el ritmo regular de sus movimientos. Ello les permitió predecir el aspecto que presentaría el cielo nocturno con varios años de antelación. Supieron con precisión qué constelaciones saldrían por el este a la puesta del Sol durante cada estación y emplearon este conocimiento para confeccionar calendarios aplicables a la agricultura. Miles de años antes de que inventasen los relojes, los astrónomos ya deducían exactamente la hora del día por la posición del Sol y por la de las estrellas durante la noche. Fuera de día o de noche, podían utilizar su conocimiento de los cielos para encontrar el norte, el sur, el este y el oeste.

En los tiempos más remotos, probablemente los astrónomos no llegaron a poner gran interés en conocer las distancias entre los cuerpos celestes, en parte porque sabían que aún era una tarea imposible. Hasta para hallar la distancia a la Luna, nuestra vecina más cercana, fueron necesarios miles de años de progreso en matemáticas y geografía. Sólo se pudo intentar después de que los matemáticos de la antigua Grecia tuvieron un conocimiento bastante profundo de la geometría y de que los geógrafos hubieron deducido el tamaño aproximado de la Tierra. Fue entonces, poco después del año 200 a. C., cuando el astrónomo griego Hiparco estimó con mucha exactitud la distancia a la Luna, con un error de 1 % respecto de las determinaciones modernas. Pero averiguar las distancias que nos separan incluso de las estrellas más próximas era tarea muy difícil, y sólo pudo realizarse tras otros 2.000 años de progreso de la ciencia.
Roman, Colin A. (1969). “El tamaño del universo”.
En Secretos del cosmos. Barcelona: Salvat.

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