
La dificultad para entender el pensamiento de Hegel es proverbial. En el Prólogo de la Fenomenología del Espíritu escribió, entre otras cosas igual o más difíciles de entender: “Sólo lo espiritual es lo real; es la esencia o el ser en sí , lo que se mantiene y lo determinado –el ser otro y el ser para sí– y lo que permanece en sí mismo en esta determinabilidad o en su ser fuera de sí o es en y para sí. Pero este ser en y para sí es primeramente para nosotros o en sí, o es la sustancia espiritual”.
Para mí, sin comentarios; para sí, no sé.
De la supuesta sabiduría de Hegel dijo Schopenhauer que no era más que una payasada filosófica, un galimatías repugnante, un oscuro encadenamiento de insensateces y disparates que a menudo recuerda a los delirios de los enajenados. En su Parerga y Paralipomena escribió:
“Si se quiere embrutecer adrede a un joven y hacerle incapaz de toda idea, no hay medio más eficaz que el asiduo estudio de las obras originales de Hegel; porque esa monstruosa acumulación de palabras que chocan y se contradicen de manera que el espíritu se atormenta inútilmente en pensar algo al leerlas, hasta que cansado decae, aniquilan en él paulatinamente la facultad de pensar tan radicalmente, que desde entonces tienen para él el valor de pensamientos las flores retóricas insulsas y vacías de sentido […]. Si alguna vez un preceptor temiera que su pupilo se hiciera demasiado listo para sus planes, podría evitar esa desgracia con el estudio asiduo de la filosofía de Hegel”.
Como decía Schelling (él mismo, por cierto, bastante oscuro) a propósito de la oscuridad reinante en la filosofía de su época: “En filosofía, el grado en que uno se apartaba de lo inteligible casi se convirtió en la medida de su maestría”. Los gracioso de estos filósofos, decía Hume, es que encima se quejan de no ser comprendidos. Según se cuenta, las últimas palabras de Hegel fueron:
–Hubo uno que me entendió y ni siquiera ése me entendió.
Pero hay una parodia de esta leyenda, que parece aludir a Marx (pues Marx asumió la dialéctica hegeliana, pero dándole un rumbo materialista que Hegel nunca habría aprobado), según la cual las palabras de Hegel deberían haber sido estas otras:
–Hubo uno que me entendió y a ése no le entendí yo.
González Calero, Pedro (2007). “Los incomprendidos”,
en Filosofía para bufones. Barcelona: Ariel.
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