
Quien haya tenido que utilizar una lámpara de petróleo conoce perfectamente las desagradables sorpresas que ocasiona una de las peculiaridades de este líquido. Se llena el depósito, se seca por fuera y al cabo de una hora está otra vez húmedo. Esto se debe a que al poner la boquilla, ésta no se atornilla bien, y el petróleo, que tiende a extenderse por el tubo de cristal, escurre por la superficie externa del depósito. Quien quiera evitar semejantes “sorpresas” debe atornillar la boquilla, apretándola lo más posible*.
La propiedad de escurrirse que tiene el petróleo se nota de manera muy desagradable en los barcos cuyas máquinas consumen este tipo de combustible. En estos barcos, si no se toman medidas especiales, es imposible transportar nada que no sea petróleo, porque este líquido se escapa de los depósitos, infiltrándose a través de rendijas imperceptibles, y no solo se esparce por la superficie metálica de los propios depósitos, sino que impregna literalmente todo, hasta la ropa de los pasajeros, transmitiendo a todos los objetos su inextinguible olor. Los intentos de combatir esta contrariedad suelen resultar infructuosos.

El humorista inglés Jerome no exageraba mucho cuando en su narración titulada Tres en un bote decía los siguiente del petróleo: “No conozco ningún cuerpo que tenga mas facilidad de infiltrarse por todas partes que el petróleo. Lo guardábamos en la proa del bote, pero desde allí se corrió hasta el otro extremo, impregnando con su olor todo cuanto halló a su paso. Infiltrándose a través del revestimiento, goteaba en el agua, estropeaba el aire y el cielo y nos envenenaba la vida. Unas veces el viento petrolífero soplaba desde occidente, otras de oriente. En otras ocasiones este viento de petróleo venía del norte o del sur; pero viniera del helado Ártico o de las arenas del desierto, siempre llegaba a nosotros saturado del aroma del petróleo. Por las tardes, el perfume destrozaba los encantos de las puestas de sol, mientras que los rayos de la luna eran corroídos por el petróleo. Atamos el bote junto a un puente y nos fuimos a pasear por la ciudad, pero el maldito olor nos perseguía. Parecía que estaba impregnada en toda la ciudad”. (En realidad, lo único que estaba impregnado era la ropa de los viajeros).
La facilidad que tiene el petróleo para mojar la superficie exterior de los depósitos en que se encuentra dio lugar a la falsa idea de que ese líquido puede infiltrarse a través de los metales y del vidrio.
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* Cuando la boquilla se aprieta a fondo hay que cerciorarse de que el depósito no esté lleno hasta los bordes, ya que el petróleo, cuando se calienta, se dilata bastante (su volumen aumenta en una décima parte al subir la temperatura en 100º) y hay que dejar sitio suficiente para que la dilatación no reviente el depósito.

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