lunes, 12 de octubre de 2009

HOMENAJE A GRAU (I)

Considerado el "Caballero de los Mares" por no guardar ningún rencor a sus adversarios -es más, los rescataba-, Miguel Grau es uno de los personajes que marcaron la historia del Perú. Con gran capacidad de estratega, pudo sortear los buques de la armada chilena durante meses, hasta que, finalemente, fue derrotado en el combate de Angamos. Este combate fue uno de los tantos que se dieron en el contexto de la Guerra del guano y del salitre (o Guerra del Pacífico, como la llaman algunos), que se dio por intereses de la burguesía de ambos países -Perú y Chile- y que causó, como toda guerra organizada por las clases dominantes, el sufrimiento del pueblo, tanto peruano como chileno. La historia de Miguel Grau es una muestra de persverancia, pues comenzó su vida en la marinería como grumete y llegó hasta almirante en la Marina de Guerra del Perú. Por ello, les presentamos diversos textos en muestra de homenaje a este singular peruano, reñido combatiente y digna persona.

Los relojes marcaban, aquel 8 de octubre, las 9:35 de la mañana cuando la nave chilena “Blanco Encalada” disparó una granada contra la torre de mando del “Huáscar” y despedazó a Miguel Grau. De su cuerpo sólo quedó un fragmento de pantorrilla. También fue destrozado su ayudante Diego Ferré.

Luego fueron cayendo los oficiales sucesores Elías Aguirre, José Melitón Rodríguez y Enrique Palacios.

Los chilenos consiguieron abordar la nave de Grau antes de que se pudiera cumplir la orden dada por el oficial Pedro Gárezon de abrir las válvulas del barco para hundirlo.

Después de casi una hora de combate heroico y desigual, de 62 personas a bordo del buque peruano, como consigna Jorge Basadre, 31 murieron peleando. “Ningún oficial entregó su espada, porque, minutos antes de llegar los chilenos, las habían arrojado al mar”.

La tragedia había sido prevista. Antes del conflicto, Grau había reclamado la reorganización y el reforzamiento de la Marina peruana. Inútilmente.

Escribe el historiador Héctor López Martínez en su libro Guerra con Chile. Episodios y personajes (Editorial Minerva, 1989):
“Tres asuntos principales desasosegaban constantemente a Grau: el errado optimismo de la opinión pública respecto al poderío de nuestro material a flote; los desaciertos del Presidente Maria
no Ignacio Prado en la dirección de las operaciones navales, y la certidumbre de si no llegaban a tiempo buques y armamento de refuerzo la victoria de Chile en el mar era sólo cuestión de tiempo”.

Estrategas de café y hasta algunos marinos, en artículos periodísticos, afirmaban que entre Chile y el Perú había una correlación de fuerzas equilibrada en el mar. Se llegó al extremo de sostener que el “Huáscar” era tan poderoso como cualquiera de los blindados chilenos. Grau, consultado por su amigo y compadre Carlos Elías, explicó: “Sólo los que no entienden nada de marina pueden decir semejante cosa, el blindaje y el número de cañones indica la superioridad de los unos sobre el otro. Cualquiera de los blindados puede echar a pique al ‘Huáscar’ en media hora”.

En los primeros meses de la guerra, a Grau le había ido muy bien en el mando del “Huáscar”, pero el héroe no se dejaba marear. “Esto es lo que me extraña y a veces me asusta”, escribió. “Yo en todos los lances de mi vida he tenido que luchar contra el destino, que siempre hacía nacer a mi paso dificultades para todo. Desde mi niñez si he salido bien en lo que me he propuesto ha sido después de dificultades y luchas que ponían a prueba mi carácter y mi constancia… ¡He sido fatal en todo!”.

Esa mañana del 8 de octubre de 1879 la fatalidad, no dictada por el azar, sino por la realidad social y política del país, selló la suerte del almirante. Seis barcos poderosos lo emboscaron frente a Punta Angamos: el “Blanco Encalada”, el “Covadonga”, y el “Matías Cousiño” por un lado, y, por otro, el “Cochrane”, blindado de 3,600 toneladas, el “O’Higgins” y el “Loa”.

Hay que recordar que el monitor “Huáscar” sólo tenía un blindaje de cuatro pulgadas y media, en tanto que el “Cochrane” y el “Blanco Encalada” contaban con un blindaje de nueve pulgadas. Lo precisa Jorge Ortiz Sotelo, capitán de fragata (r) en su libro Miguel Grau. El hombre y el mar. Las piezas de artillería chilenas también eran numéricamente superiores.

En el mar naufragó, por eso, una política oligárquica peruana incapaz de pensar a largo plazo y de avizorar la amenaza de Chile, ayudado y asesorado por Inglaterra.

GRUMETE A LOS NUEVE AÑOS, BALLENERO A LOS DOCE
La nobleza, modestia y coraje de Grau se forjaron en su niñez, que fue dura. Había nacido en Piura el 4 de julio de 1834. Antes de cumplir nueve años se embarcó en Paita en un barco mercante en el cual ejerció de grumete. Al año siguiente , el barcó naufragó en la isla Gorgona, cuando enrumbaba al puerto de Buenaventura, en Colombia. De retorno a su hogar, su madre se opuso a que volviese al mar; pero volvió a embarcarse. Durante dos años fue tripulante de una nave comercial. En noviembre de 1846 se pasó al barco ballenero estadounidense "Oregón", y navegó por el Pacífico.

Luego fue tripulante de diversas embarcaciones, con las cuales recorrió el Pacífico, el Mar de China y el Atlántico.

En 1854 fue admitido como guardiamarina en la Armada peruana. Su larga travesía incluyó un retorno a la navegación mercante y luego a la Marina de Guerra del Perú. En 1886 combatió contra el intento español de conquista.

Cuando, en 1872, los hermanos Gutiérrez se pronunciaro contra el presidente José Balta, Grau y otros oficiales de la Marina rechazaron a los golpistas en defensa de la Constitución.

De esa vida, tempranamente templada por los vientos del mar y del esfuerzo, surgió quien ha sido consagrado como el Peruano del Milenio. En Angamos se enfrentó a las olas del destino, y emergió de ellas nimbado por la aureola de la lucidez y el coraje heroico.


Lévano, César. "Caballero de los mares y
de los años". En Siempre Grau, suplemento
especial de La Primera (Lima-Preú). 11.10.09.

No hay comentarios: